domingo, 1 de enero de 2012

Vete y no vuelvas

Por fin te has ido. Por el mismo sitio que llegaste, te has ido. Desde ninguna parte y hacia ninguna parte.  La diferencia es que entraste haciendo ruido, conseguiste te esperase impaciente, que brindase a tu llegada; ¡pobre inconsciente!; sin embargo, te has ido por la puerta de atrás, sin que se notase demasiado, aprovechando el protagonismo que otros te robaban en aquel momento, de puntillas, sin despedirte, para no oír mis quejas, para no pagarme la deuda que me has dejado. Te has marchado cabizbajo, te has ido para no volver y ni siquiera me has dejado en el aparador de la entrada una nota. Al fin y al cabo ¿Qué ibas a decir? Hay veces que es mejor no decir nada. Las palabras se acabaron, el diccionario entero se borró, página a página, línea a línea. No había palabras posibles.

 Asolaste todo en tu estancia. Fuiste ese terremoto que dejó hecho añicos mi mundo. Añicos imposibles de recomponer.  Pasé horas de mi tiempo en un minucioso trabajo de reconstruir cada rincón que tú habías destruido, busqué con sumo cuidado cada astilla, recompuse el puzzle, cuidé de que todo encajase,  pero en realidad todo está artificialmente pegado, mi vida sigue rota. Te odio. Te llevaste la esperanza contigo, ella también corrió tras de ti y me dejaste sola, completamente sola.

A tu llegada generaste grietas en los muros que te ofrecí para cobijarte, rompiste las cortinas de mi intimidad, rasgaste los tapices de mi corazón, quemaste con tu cigarrillo la tela del sofá donde solía tumbarme a evadirme del mundo, a soñar, dejaste mi casa vacía una noche, te llevaste todo lo que me importaba e hiciste salir a la luz del día antes de tiempo, para que tuviese que abrir los ojos, para que notase el vacío y, así, reírte de mí, impúdicamente. Te burlabas apuntándome con el dedo.

Ayer, cuando te fuiste, cuando ya no no estabas, te escupí como si siguieses ahí, pegué puñetazos al aire, pataleé como una niña, te insulté a voz en grito, te lo dije con la garganta, con las manos, con las lágrimas, con todo el cuerpo: "¡Vete y no vuelvas!"  Alguien me escuchó, decidió que era hora de pasar página y me regaló un año nuevo.

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