domingo, 8 de enero de 2012

De lo individual y lo compartido

Hace ya algún tiempo llegó a mis manos un pequeño libro de autoayuda muy breve y de fácil lectura, tanto que  en su primera página está dedicado con un :"para leer en el váter o sitios así...", que contiene treinta claves para ser felices en pareja. Esperaba un libro ñoño que hablase de compartir, de darse, de ceder, de mortificarse, de un amor absorbente,...  Para mi sorpresa, encontré varias recomendaciones que me llamaron positivamente la atención.  

Una de sus indicaciones era: " Respeta el derecho de tu pareja a su vida privada; el espacio individual es importante" Y es que cada vez es más frecuente la violación del espacio personal, la anulación de la intimidad, el control absoluto de la vida de quien tenemos al lado.  Coger el teléfono móvil de nuestra pareja, entrar en su cuenta de correo, ver el registro de páginas web a las que ha accedido, se ha transformado no en normal, pero sí en algo habitual y recurrente.


Podría simplificarse el problema achacándolo a la inseguridad, a la desconfianza en la otra persona, a los celos enfermizos,... Pero más allá de eso creo que existe un problema en el concepto que manejamos del amor. A mi parecer, nadie es la mitad de nadie. Somos uno. Cada persona es uno por sí mismo. Cada uno de nosotros somos personajes globales que reímos, lloramos, amamos, odiamos, trabajamos, nos da pereza levantarnos de la cama, tomamos decisiones, tenemos nuestras miserias y nuestras virtudes, acertamos y  nos equivocamos,...  Somos uno completo. La cuestión es que, como seres humanos, tenemos la capacidad de decidir, de elegir libremente. Y el amor no es más que eso, una decisión de compartir con otra persona. Una decisión libre y no condicionada.  

Realizamos una elección, renunciando  a otras cosas. Somos nosotros quienes decidimos, de forma razonada,  compartir nuestro yo, pero no para que nadie nos complete, no para acallar a nuestra soledad, no para depender de una persona, no para poseerla, porque nosotros ya somos uno.  Y si lo decidimos de forma libre, ¿cual es el miedo? Yo que puedo  establecer, jerarquizar, priorizar lo que deseo hacer, que puedo elegir lo que más me llene, te elijo a ti. ¿Cuál es entonces el miedo? ¿Por qué no entendemos que es necesario vivir periodos de tiempo separados, que los intereses personales generan interés dentro de la propia pareja? ¿Por qué no entendemos la privacidad, el derecho a no tener que renunciar a la individualidad cuando en realidad somos uno?

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