domingo, 2 de diciembre de 2012

Condenadas al inconformismo

A veces la belleza se puede convertir en una condena.  Detecto un patrón de comportamiento que no hace más que reproducirse: Chica guapa se ve endiosada por la cantidad de principes azules que tiene haciendo cola a la puerta de casa. (Muchos de ellos tendrán más de ranas, que de príncipes, pero ese no es el caso). Chica guapa flirtea con uno, con otro, con el de más allá, se ríe, se siente halagada, deseada, en ocasiones hasta el centro del universo, parece que todo orbita a su alrededor, que cuando ella da un paso el mundo se para sólo para ver como sus tacones se clavan con ahínco en el suelo. Chica guapa no tiene más que guiñar un ojo para conseguir todo aquello que quiere. ¡Chica guapa podría gobernar el mundo!

El problema viene a la hora de comprometerse. Llega un momento en quese da cuenta de que todo lo que tiene montado alrededor no es más que un circo al que le crecen los enanos. Llega un momento en que ella ve que sus amigas tienen al lado una persona que les quiere, que pasa con ellas el domingo en el sofa, que tienen un proyecto de vida común, que son amigos, amantes, novios,... Y lo que es aun peor, tienen al lado alguien que les hace verdaderamente feliz, les llena. Y ahí está chica guapa, convertida en una coleccionista de príncipes baratos, de los que, curiosamente, no se quedaría con ninguno. Tal vez con los ojos de Manuel, la sonrisa de Victor, la caballerosidad de Pablo, el saber estar de Jorge, la picardía de Álvaro y así sucesivamente hasta formar el collage perfecto, el hombre a la carta.

Chica guapa, llena de buenas intenciones, por fin quiere comprometerse. Y lo quiere de verdad. Después de todo es una chica lista y sabe que los años no perdonan y su séquito puede ir disminuyendo. Chica guapa a veces se siente sola. Y entonces hace una llamada de teléfono a aquel exnovio que daba la vida por ella, aquel con el que recuerda que por un tiempo fue feliz, que cuando estaba con él, estaba con él y sólo con él y parecía suficiente. Y llena de estupendos propósitos  le promete que se ha dado cuenta de lo mucho que lo quiere y de que es el hombre de su vida. Él, que muere por ella, accede a intentarlo. Esta vez es la definitiva. La de verdad. Chica guapa es feliz dos semanas, sí que es maravilloso que te quieran, piensa. Pero todo acaba en cuanto sale un viernes por la noche, en cuanto Víctor, el chico de la sonrisa perfecta, le envia un mensaje... Tiene mono. Intenta con todas sus fuerzas mantenerse firme, pero sufre síndrome de abstinencia de esa droga de sentirse deseada. Todo es poco para ella. Ella que puede elegir entre sus mil príncipes-enanos de circo, atada a uno y sólo a uno.  ¡Con lo que ella fue! y repasa mentalmente a todos esos hombres que rechazó, que echó de su vida. Ella que puede estar con quien quiera.... Mira con ojos de tristeza a la persona que tiene al lado. Es tan bueno... le encantaría estar perdidamene enamorada de él. Le encantaría. Es perfecto sobre el papel, pero la realidad es que no funciona. Lo terrible es que le dirá otra vez esa frase de: "No eres tú, soy yo".

Y chica guapa tiene razón, es ella. Es ella que se ha convertido en una esclava de su propia belleza. Es ella, porque su necesidad de sentirse deseada es atroz. Es ella que está encarcelada en los barrotes del inconformismo. Es ella que se ha juzgado y condenado a jamás sentirse feliz al lado de alguien. Es ella que aunque tiene momentos de lucidez y ve que el amor es otra cosa, no es capaz de mantener esa lucidez en el tiempo. Es ella que necesita constantemente la sensación de mariposas en el estómago. Es ella que es una yonki de que el mundo caiga rendido a sus piés. Es ella que por querer sentirse el centro del mundo, a veces se siente ignorada. Es ella, victima de su inconformismo. Es ella, la misma que podía gobernar el mundo, la que se siente una marioneta. La cazadora cazada.

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