sábado, 12 de mayo de 2012

Por querer ser más, sentirse menos...


Ha vuelto.  De nuevo está aquí sin que yo la haya invitado. Y lo peor es que esta vez ya no tengo veinte años para achacarlo a los cambios en mi personalidad, en mi cuerpo, a las inseguridades propias de la adolescencia, a la incertidumbre de descubrir quien soy… De nuevo me siento pequeña, muy pequeña, con el corazón encogido, mirando a mi alrededor y comparándome a mi misma con el resto, sintiéndome menos. Y cuanto más miro a mi alrededor más se me encoge el alma y más invisible me siento.

Toda persona tiene varias obligaciones ineludibles para consigo: conocerse a si misma, aceptase a si misma y  quererse a si misma. Pero ¿qué pasa cuando odias lo que conoces?  ¿Qué ocurre cuando no te gusta lo que ves? ¿Qué consecuencias tiene decidir reinventarte en lugar de aceptarte? ¿Hasta que punto es incompatible aceptarte tal y como eres  y mejorarte a ti mismo?

Comienzo a pensar que hay personas que nunca llegaremos a querernos, personas que  resultamos insaciables, que cuando todavía no hemos alcanzado un objetivo, ya estamos retándonos a conseguir el siguiente, que tenemos que exigirnos más y más, siempre tenemos un pero, una crítica para con nosotros mismos, no podemos darnos una tregua. Y en ese ansia de perfeccionismo exacerbado, caemos en la autodestrucción. Paradójicamente, por querer ser más, somos menos.

Lo que más me asusta es que creía que ya no era así. Creía que había ganado confianza en mi misma y aprendido a quererme, que era una cuestión de madurez, pero me doy cuenta de que la historia se repite en el tiempo, de que es un bucle que siempre se manifiesta en las mismas situaciones. Estos brotes de odio y exigencia vuelven cuando estoy sola. ¿Qué es lo que cambia tener a alguien al lado? ¿Por qué me apacigua? Creo que  tener pareja invierte el orden de todo, pues  busco ser perfecta para que alguien me quiera y es precisamente cuando alguien me quiere, que soy perfecta para él… Ser perfecta deja de ser un medio y se convierte en una consecuencia. Que alguien me quiera deja de ser un fin y se convierte en una causa.

¿Es por tanto el amor  la solución a las inseguridades, al odio hacia uno mismo, a la lucha autodestructiva por la perfección o es tan sólo un parche, una tirita que no cura nada pero tapa la herida? ¿Acaso no podemos las personas con estos problemas de exigencia para con nosotros estar solos? ¿Es posible aprender a aceptarse y a quererse?

Y aquí sigo, sintiéndome invisible, la mujer sin rostro…


2 comentarios:

  1. Ainda que esteas sen rostro, serías a muller mais bonita que eu coñecín, pero tes rostro, e que rostro! non son capaz de esquecelo! que tampouco o intento! Moi bonita a reflexión, Ánimo Maca segue a escribir.

    ResponderEliminar
  2. Es un verdadero placer leerte Macarena, me haces pensar y eso es lo mas importante. Recuerda que soy (por si te despista lo de Patricia) Mariajosé, tu tía,la madre de Paula y Jordán. No te preocupes, ya escribirás cuando te salga hacerlo,cuando no puedas evitarlo,creo que lo necesitas y tienes un maravilloso refugio ahí a la vez que válvula de escape y de comunicación con cualquiera que te entienda y te sienta. Un abrazo.

    ResponderEliminar