miércoles, 21 de diciembre de 2011

Los ricos también comen pollo

El domingo me dirigía a la plaza de Lugo a comprar un pollo asado para comer. Es casi una especie de ley no escrita en ninguna parte. Domingo, en mi casa, equivale a pollo y pollo a domingo.  Extraños silogismos. Mi sorpresa fue que, cuando ya volvía hacia casa, ví a mi jefe aparcado en doble fila, mientras  su mujer bajaba del coche,apurada,  a comprar un pollo. Parece que al final los ricos no son tan diferentes y los domingos también comen pollo de la Plaza de Lugo.

Mi inquieta cabecita-¡cuando diablos estará un rato quieta!- comenzó a pensar en la vida de los ricos y los no tan ricos; no hay porque irse a los extremos. ¿Es la vida de unos  más fácil que la de los otros? ¿Son más felices unos que otros? ¿Realmente pasan menos necesidad? ¿Qué se entiende por necesidad? Estamos hartos de escuchar tópicos entorno a este tema: "Las penas con pan son menos penas", "Los ricos también lloran", "El dinero no da la felicidad". Tópicos que se contradicen entre ellos, supongo que dependiendo de la boca de la que salen las quejas y consuelos.

Precisamente hoy mi primo publicaba en su facebook, supongo que entre incrédulo e indignado,  una anécdota  que presenció.  Unas niñas bien, en la madrileña calle Serrano, se hacían una fotografía en el escaparte de Prada. Un mendigo descalzo pasó mientras tomaban la instantánea y salió en el encuadre de la foto. Se quejaban de que se  la había estropeado .  Yo la verdad no sé si indignarme o morirme de pena, porque esas niñas no lloran con la crisis, ni con las dificultades, ni con los agobios que sufre la mayoría, la gente corriente, pero la que lloro soy yo al pensar en su falta de sensibilidad, de amor, de conciencia...

Conozco múltiples casos de niños bien con una carencia de amor atroz, con una necesidad de cariño exacerbada, padres empachados de éxito que pretenden convertir a sus hjos en una prolongación de ellos mismos, de sus empresas, de sus flamantes coches, de sus  increíbles vacaciones,  olvidándose de lo más importante. ¡Conozco tantas estrellas estrelladas por las exigencias del guión! Pareja de reconocidos médicos tienen una hija a la que inscriben en clases de ballet, piano, idiomas, los sábados, antes de salir, le obligan a ver una película de historia, en su casa están prohibidos los dulces,... La joven y prometedora estrella acaba con un gravísimo problema de anorexia y ni termina la carrera. Siempre le sobró dinero. Siempre le faltó amor.

En realidad, todos pasamos nuestras penurias, nuestras necesidades que, como explicó Maslow, van desde las básicas- comer y beber- hasta la autorrealización.  Y cuando no logramos cubrirlas, independientemente del tipo que sean (básicas, seguridad, aceptación, autoestima...), como por arte de magia, aparece la infelicidad. Infelicidad que es un denominador común en la ecuación de la riqueza y la pobreza. Infelicidad que provoca que las ideas nos taladren, que los piés tengan ganas de huir, que nuestras cabezas imprudentes nos comparen con los demás,  que asimilemos que la vida de otros es mejor que la nuestra propia,que vomitemos quejas una detrás de otra, que escupamos el dolor contenido, sin darnos cuenta de que los ricos también comen pollo.

lunes, 19 de diciembre de 2011

La curiosidad mató al gato y los adultos a la curiosidad...

Hoy por la mañana me subí en el ascensor de casa y me encontré a una pareja con un niño. Se dio la típica situación de cortesía a la par que incomodidad que provoca compartir un espacio tan pequeño con un desconocido. Saludo amable y sonrisa forzada, seguida por  la socorrida conversación sobre el tiempo: pues parece que hace frío, sí, sí, ya tocaba, es que ya estamos en Diciembre... Por suerte el niño nos interrumpió. No tendría más de 5 años. Se le ocurrió preguntarme en que piso vivía. Sus padres, le reprendieron diciendo que no se podían hacer esas preguntas, que era de mala educación.  No sé si el niño  entendió el rapapolvos, aunque he de decir que lo aguantó estoicamente. La que no lo entendí fuí yo.

Resulta que somos pequeños y decidimos preguntar, descubrir, aprender, intentar entender;... Nos hacemos mayores y nos da vergüenza preguntar, no lo consideramos apropiado o lo que es peor, ni siquiera se nos pasan las preguntas por la cabeza. ¿En que momento muere nuestra curiosidad? ¿Cuando pasamos a aceptar todo tal cual es a pesar de que no lo entendamos? ¿En que punto exacto del camino dejamos de hacernos preguntas?  Y sobre todo, ¿por qué dejamos de hacernoslas?

Cuando un bebé consigue tener en sus manos cualquier objeto, ¿qué hace?. Primero lo mira, luego lo toca, comprueba si hace ruido  y juega con él, después se lo acerca, no sé si lo huele o no, pero acto seguido se lo lleva a la boca. ¡Un bebé emplea los cinco sentidos en saber qué diablos es lo que tiene en las manos! Una vez superada la etapa de llevarnos todo a la boca, pasamos la etapa del : "Y ¿por qué?" Nos cuestionamos absolutamente todo y llegamos a desesperar a los adultos que, llegado el momento, consideran nuestras preguntas absurdas por imposibles de responder... Sin embargo, luego, en la universidad, nos enseñan entre otras alternativas a la  solución de problemas  (diagrama de Ishikawa,brainstorming,...) la técnica del "por qué- por qué". Y dices tú: Pero si esto ya lo hacía yo de niño y me mandaban callar.  

Se supone que el sistema educativo, y no hablo sólo del colegio,sino de la educación en el sentido más amplio de la palabra,  sirve parar aprender, para adquirir conocimientos, para intentar entender, para despertarnos... ¿Por qué entonces terminamos adormilados? ¿Por qué entonces matan nuestra curiosidad? Terminamos convertidos en papagayos. Repetimos, repetimos y repetimos sin saber porque. Repetimos lecciones de la página una a la veinte, repetimos el comportamiento de nuestros padres, de nuestros hermanos mayores, repetimos las mismas rutinas cada día... Repetimos. Simplemente repetimos.

Tal vez el principal problema de la educación es que no debería estar basada en aprender, sino en aprehender, es decir, es hacer nuestro. Y para aprehender hay que cuestionarse, hay que entender, hay que asimilar, hay que experimentar, hay que jugar con los sentidos, hay que decir tonterías y no tener vergüenza a hacerlo, hay que preguntar, preguntar y seguir preguntando....

Muchos antes que yo le han dado vueltas a esta idea. Yo he necesitado varios párrafos, los grandes genios saben resumirlo en una cita: "Los niños son los depositarios de la sabiduría. Lo malo para el mundo es que a medida que crecen van perdiendo el uso de la razón, se les olvida en la esucela lo que sabían al nacer, se casan sin amor, trabajan por dinero, se cepillan los dientes, se cortan las uñas, y al final -convertidos en adultos miserables- no se ahogan en un vaso de agua sino en un plato de sopa"-Quino-

sábado, 17 de diciembre de 2011

Terminó por algo...

Y tú te sigues preguntando porqué. Pues el mismo motivo que las aves emigran en invierno o  que los yogures son peredeceros, por la misma razón que desaparece el moreno a final de verano y se nos cae el pelo al llegar el otoño, o por la misma causa que se caen las hojas de los árboles...Sólamente por eso. Necesitabas savia nueva. Necesitabamos savia nueva.

 Se convirtió en manzana. No dejaba de desprender etileno haciendo que todo a su alrededor madurase antes de tiempo. Todo se pochaba y  liberaba un olor pestilente. Todo se pudría y las cosas que se pudren terminan en la basura. Atufaba . Y mientras, tú te empeñabas en aprovechar esa parte del melocotón que parecía que todavía no estaba tan mal.  Deja de empeñarte en imposibles. Estaba putrefacto, descompuesto, infecto. No te culpes, ya no había manera.
 
No querías reconocerlo, pero en realidad todos estabamos cansados. Nos tornamos insoportables. La rutina, el hastío, el aburriemiento, el desinterés,  el tedio, la fatiga, el desencanto... Al principio nos empeñabamos en disimularlo, luego fue tan grande que ni siquiera  hacíamos esfuerzos para ello. Dejamos de jugar al escondite. La mierda flotaba. Las verdades como puños asomaban. Las palabras dolían, porque esas palabras significaban y las envenenabas hasta convertirlas en dardos directos al alma. Te daba igual. No me daba igual, pero terminé por aceptarlo como normal.

Al final opté por dejarte ir, por permitir que te alejases poco a poco.Tú también. Creías que luchar ya no tenía sentido. Dejaste de aprovechar la parte del melocotón que aun no estaba pasada y decidiste que era mejor que se pudriese por completo. Te dejé ir y sólo te pedí que te quedases cuando ya no caminabas, sino que corrías. Te lo supliqué con los ojos llenos de lágrimas cuando ya habías tomado la decisión de partir. Apreté los dientes. Tenías que hacerlo. Lo hiciste.

Y es que no ocurrió porque sí. Ocurrió porque tenía que pasar, porque no había otra manera. Porque no encontraste la forma de que oliese a limpio sin tirarlo todo a la basura. Había que cerrar el círculo.

 

martes, 13 de diciembre de 2011

Perfectas indeseables

Hace no mucho, con una copa de vino en mano, recordaba con una amiga la película de "las mujeres perfectas". Si la memoria no me falla, Nicole Kidman se trasladaba a vivir a un vecindario donde algo  extraño ocurría con las mujeres .Todas eran  preciosas, sumisas, felices y extraordinariamente activas: hacían pasteles, pintaban la casa, cortaban el césped, jugaban con los niños, bordaban  y aún tenían tiempo de recibir a sus maridos con lencería cuando éstos volvían del trabajo. Esta estampa tan idílica escondía que los hombres habían sustituido a sus esposas por robots.

Vivo bastante lejos de Stepford, pero en ocasiones me siento allí... Cada día las supermujeres de mi entorno se levantan  de la cama, problabemente con legañas y el pelo enmarañado. Pero acto seguido, al tiempo mojan el teledirio en el café,  pasan por una sesión de chapa y pintura para quedar impolutas. Tacones de ocho centímetros, pantalones de la talla 34, rimel hasta no poder mover las pestañas y el pintalabios en el coche, de camino al trabajo. Lucha titánica por demostrar que son las mejores, gestionando doscientos millones de incidencias, atendiendo al mismo tiempo el teléfono, el correo electrónico y el fax, desdoblándose para que su otro yo asista a una reunión  y convirtiendo el pasillo hacia la sala de reuniones en sala de lectura porque ha salido una nueva normativa de ojeada ineludible. Al mediodía toca  comer en media hora, lechuga, porque la única verdad incuestionable es que la lechuga no engorda. Y tras las tres hierbas ingeridas, vuelta al trabajo. Salida a las 20.30. Y de ahí los lunes y miércoles a clase de inglés y los martes, jueves y viernes dos horas al gimnasio. ¡Ay! Me olvidaba de la compra, de tender las ropa, de ir a la tintorería, de llevar los zapatos a poner tapas y punteras, de poner la lavadora,...

Desde hace algún tiempo noto cierta dificultad entre mis amigas a la hora de encontrar pareja. Diréis que normal, si son vecinas de Stepford, lo raro sería que tuviesen tiempo para encontrarla. Pues fíjate que ellas lo sacan. Algún día les pediré su maravilloso truco de magia para hacer con el tiempo el milagro de los panes y los peces. 

El caso es que hoy un hombre me dijo abiertamente: "Es que nosotros no buscamos eso. No queremos una mujer demasiado inteligente, ni con mucha inquietud, ni con una personalidad arrolladora y mucho menos con ambición profesional. Queremos una chica lo más normal posible. ¿Que sea guapa? Sí, cuanto más mejor. Pero no queremos una mujer que nos supere".  Y ya, para terminar de hundirme en la miseria,  añadió  a modo de sentencia condenatoria, que él jamás sería mi novio. ¡Haberlo dicho antes! ¡Ahora todo encaja! ¡Ahora entiendo muchas cosas!. Cuando me decían que tenía un coche que denotaba muchísima personalidad, en realidad me querían decir que soy insoportable. Cuando halagaban mi proactividad  se estaban riendo de que me iba a quedar más sola que la una. Y cuando me felicitaban por algún logro profesional sólo me estaban poniendo el contrato nupcial de yo conmigo misma por siempre jamás.

Me niego a creer que los hombres del mundo piensen así. Me niego en rotundo. ¿Es esto una verdad universal? ¿Lo deseable es que nuestras inquietudes sean leer la Vogue, ir el sábado de tiendas y hacernos la manicura? ¿Lo idóneo es que  veamos en nuestras parejas una especie de semidioses que han venido para redimirnos de  nuestra miseria?  ¿Lo aceptable es que mandemos a nuestra inteligencia e inquietud  de vacaciones? ¿Qué son mis amigas perfectas? ¿Unas perfectas indeseables?

domingo, 11 de diciembre de 2011

Socorro, me estoy haciendo mayor

Tengo una amiga que hoy está de 27  cumpleaños.  Yo cumplí la misma edad hace menos de un mes. Y es curioso porque ella se siente como una niña y yo me siento como una adulta. 


No sé en que momento de mi vida me hice mayor. Ni siquiera supe explicarle porque ya soy mayor. Tampoco sé si lo normal es sentirse como ella o como yo. Al intentar darle algún motivo empecé a divagar, me fui por los cerros de Úbeda y terminé argumentando una serie de sandeces sobre las responsabilidades que he asumido en mi vida. Y al final, jugando con las palabras, conseguí hacer mutis por el foro...

No dejo de preguntarme qué hace que todo cambie. ¿Nos levantamos un día y de repente somos mayores? ¿Hay algún hito con el que se marque el comienzo de la edad adulta? ¿El independizarse? ¿El inicio de la vida laboral? ¿Tu boda? ¿Tener un hijo?  ¿Qué es lo que marca la diferencia? ¿No hay ninguna pauta establecida? ¿Qué es lo que hace que unas personas sean mayores antes que otras?

Es difícilmente rebatible que la sociedad ha sufrido un gran cambio de unos años a esta parte. Nuestras madres a  los 27 años ya tenían uno, dos o incluso tres hijos. Nosotras aun estamos en la eterna búsqueda del príncipe azul, que, por cierto, debe vivir en Kuala Lumpur, porque hay veces que sólo nos queda movilizar a los servicios de Guardia Civil para encontrarlo.  Es indudable que a día de hoy hay muchas más mujeres formadas, que han ido a la Universidad, que tienen una trayectoria profesional por delante brillante y que no están dispuestas a renunciar a ella.  También es patente que la independencia económica que esto conlleva, ha terminado con los matrimonios de conveniencia o al menos con aquellos basados en aguantar, aguantar y seguir aguantando.  También es inapelable que la esperanza media de vida y el avance de los medios sanitarios ha jugado su papel; hoy por hoy hay madres primerizas a los 40 años y los niños nacen sin deformidades, ni problemas. Pero más allá de eso, de todos los argumentos a los que podríamos achacar este cambio, me pregunto si sufrimos el síndrome de Peter Pan.



En la sociedad actual, los valores tradicionales han sido sustituidos por dos valores en alza: la juventud y la belleza. La vejez, no está de moda, no sale en las novelas, en las películas, no está en los anuncios, ni revistas… Recibimos cada día, al menos, mil impactos recordándonos lo importante que es permanecer joven: gimnasios, cremas, liposucciones, intervenciones quirúrgicas, moda, maquillajes, tintes… Nadie le dice a su abuelo de 80 años que está en la flor de la vida...  Como resultado, enfocamos nuestros esfuerzos en la búsqueda de la juventud permanente, en evitar lo inevitable y creo que, en la mayoría de los casos, de forma inconsciente.  El curso de la vida no se detiene... Y la vejez y la muerte  forman parte de la propia vida.

Sigo sin explicar porque soy mayor, pero lo soy. Socorro, me estoy haciendo mayor...

viernes, 9 de diciembre de 2011

Adicciones de la vida

Por lo visto, hoy en día todos necesitamos sustancias para controlar nuestros niveles de estres, de ansiedad, de tristeza...Los antidepresivos están al orden del día y no me extrañaría que llegase el momento en que en los restaurantes nos pregunten si acompañamos el chuletón con Prozac o mejor con un poquito de Serotax. Un condimento como otro cualquiera.  Al menos, sólo por el hecho de tener que ingerir pastillas  somos conscientes de la dependencia. Pero ¿qué ocurre cuando generamos adicciones sin sustancias?

Vivimos en un mundo en el que absolutamente todos estamos enganchados a alguna droga legal. Adicción al trabajo, a la ropa, al deporte, a la comida basura, a la BlackBerry, a facebook, a viajar,  a los deportes de riesgo, a las mujeres... a lo que sea, pero siempre a algo.

¿Cuantos hemos estado tomando algo con nuestros amigos y si nos hiciesen una foto estarían inmortalizando a una panda de tarados, cada uno con su móvil, dedicandose a hablar con otra gente? ¿Es adicción a la comunicación? ¿Adicción a la tecnología? ¿Hemos elegido tan mal a nuestros amigos y parejas? ¿Su conversación es tan pésima,  para tener que evadirnos? ¿Es adicción o esclavitud?  Simplemente, a modo de curiosidad, porque los cuentos e historietas sirven para dormir a los niños, pero para despertar a los adultos, explicaré la etimología de la palabra BlackBerry: 
Según cuentan, durante la esclavitud, en los Estados Unidos, a los prisioneros les ataban una bola negra de hierro, irregular, muy pesada, con una cadena y un grillete, para que no escaparan corriendo de los campos de algodón. El eufemismo para aludir a esta bola era BlackBerry, porque recordaba a una cereza negra... ¿Esclavitud?


Pensad en ese compañero que se queda trabajando todos los días hasta las once de la noche y se pasa los fines de semana también en la oficina.  Ese tipo que siente una necesidad enorme de progresión, de ascenso, de reconocimiento...
¿Realmente disfruta de lo que hace? ¿Saborea cada paso, cada logro o simplemente quiere más? No es sólo una cuestión cuantitativa, de horas de dedicación, sino cualitativa, porque hace del trabajo el núcleo de su vida, aborreciendo otras actividades, desdeñando cualquier otro interés...¿Cual es la diferencia con otro tipo de dependencias?  La palabra adicción, por si misma, tiene una connotación negativa, pero en este caso, se alaba a quien la sufre. Yo siempre  lo he identificado con aquel contador de estrellas con el que hablaba el Principito. El contador de estrellas se dedicaba a contar una y otra vez las estrellas del cielo, no se sabía muy bien para qué, pero nadie podía interrumpirle en su cuenta porque era gente seria.  El Principito terminaba pensando que en realidad era poético, pero serio lo que se dice serio...

Tengo en mi armario entre 30 y 40 pares de zapatos , los bolsos prefiero no contarlos y para decir un numero aproximado de mis pantalones tendría que contratar a algún auditor y que hiciese un inventario. ¿Para qué los necesito? En realidad para nada, para sentir ese subidón que me provoca estrenarlos, para intentar rellenar un vacío que no soy capaz de taponar con nada, para terminar sintiéndome culpable por derrochar el dinero en algo que, con suerte, me pondré tres veces...

¿Por qué? ¿Por qué estas depedencias? ¿Por qué estos desequilibrios? ¿Qué pretendemos cubrir con ellos?  ¿Qué clase de vacío intentamos rellenar? ¿Por qué las adicciones son más duras cuando  no hay de por medio sustancias? ¿Por qué somos menos conscientes y le damos menor importancia?

jueves, 8 de diciembre de 2011

A PESAR DE TODO...

¿Por qué a pesar de todo...?  ¿Por qué usar este título ? La verdad es que no le he  dado muchas vueltas, pero creo, sinceramente, que,  aunque lo hiciese,  no se me ocurriría otro mejor. Al fin y al cabo, este es el rincón de una persona llena de contradicciones, la guarida una persona a la que las circunstancias de la vida le han hecho sentirse morir varias veces y que a pesar de todo sigue viva...Esta es  la cueva  de una persona que siempre quiso dedicarse al periodismo, a las palabras y acabó dedicándose a los números y convirtiendo, supongo que por no volverse loca,  las cuentas de resultados en artículos de opinión y los presupuestos en libros. 

Los seres humanos somos así, terminamos olvidando nuestros sueños, dejando de lado las cosas por imposibles, aceptando las circunstacias que nos vienen e intentando sonreir a pesar todo... A veces nuestro mundo se para, pero la vida sigue. Nos bajamos en una estación, pero el tren continua. Nos hundimos en un vaso de agua, pero aprendemos a nadar en un pozo. Somos débiles ante cosas insignificantes y nos crecemos ante las grandes adversidades. Somos completamente contradictorios. Por eso digo a pesar de todo...

 ¿Quien no ha querido borrar un día, un año, una relación, una decisión, un amigo, una pareja, una experiencia, un trabajo, algo, lo que sea, del libro de su vida? Y sin embargo son esas pequeñas cosas las que forjan nuestro carácter y las que, si consiguiésemos omitir, echaríamos de menos. Serían como esas cosas que se pierden durante una mudanza y luego se extrañan. Por ello las valoramos, a pesar de todo...

Las relaciones terminan, las personas se marchan, las fortunas desparecen, los ordenadores se estropean, las máquinas fallan y la vida continua, a pesar de todo...